jueves, 21 de febrero de 2008

Viajante

Voy sola con una mochila vacía. Sola porque nadie me acompaña y con una mochila vacía porque no tengo nada que me importe perder. Si llego sola no es porque quiero sino como puedo, nadie me quiere tanto como para abandonar todo y venirse conmigo, o al menos eso creo, porque a nadie se lo propuse. A nadie le comenté mi plan; sólo lo ejecute. La mochila esta vacía, a veces imagino que en ella llevo todos mis recuerdos, esos que cuando empecé el camino creí eran pocos y cada día se agigantan más. La mochila cada vez está más pesada. A veces estoy convencida de que le he agregado algo, entonces frenó y la revisó; pero siempre hay lo mismo: Un cuaderno y una birome esperando ser artífices de una historia. Ellos buscan lo mismo que yo: una historia y también necesitan lo mismo que yo: alguien que ayude a escribirla.
Una de las cosas que más me gusta desde que empecé a andar es que no voy hacia ningún lado, dispongo de tiempo y camino pero no de obligaciones, no sueño ni con enamorarme ni con recibirme como las otras chicas de mi edad, yo creo haber comprendido que lo importante es el andar. Cuando quiero freno, a veces paro unos días en algunos pueblos y hasta llegó a trabajar pero nunca me quedo. Lo que no me gusta es la soledad, nada me gustaría más que compartir con alguien el camino. Pero sé que nadie hubiera querido, que todos se hubieran preocupado por impedir mi plan de felicidad. Tienen los ojos cerrados de ciudad, esa odiosa inmovilidad, esa sensación de irresponsabilidad ante todo aquello que se encuentre por fuera de los parámetros establecidos por quienes frenan nuestros pensamientos y nuestros deseos. Julián también, aunque sepa disimularlo es como los demás, es de esos hombres, que anda mostrando los grandes que tienen los huevos, pero a la hora de usarlos se borra. Igual lo extraño. No puedo evitar pensar en el que dirán, me imagino esas mentes podridas pensando, tal vez, que yo escapé con un hijo de ambos en mi vientre. Deben pensar en algo así, de dónde yo vengo nadie puede pensar que alguien solo salió a andar.

1 comentario:

Historias de Buenos Aires dijo...

Me gustan las instrucciones para caminar sin destino.
JK