Acaban de liberar a Bergara y tengo la verga hinchada. Sinceramente, estuve de vacaciones y no sé quién carajo es. Pero por suerte la versión digital del diario Clarin me da el servicio que necesito como lector desactualizado. Extrañamente la información biográfica se encuentra en la sección http://www.clarin.com/diario/2009/01/24/um/m-01846021.htm-
Muchas gracias Clarín por enseñarme que Bergara que soy yo. Que miro los Simpsons , leí El Señor de los Anillos , admiro a los Beatles y cree una cuenta de Facebook el mes pasado para que otro Bergara conociera mis intereses.
Gracias Clarin y gracias Facebook, por mostrarme que soy Bergara, que también me puede pasar a mí. Ahora voy a andar con más cuidado. Anda sabiendolo, pibe, a vos también te puede pasar. Identificate. Hoy Todos somos Bergara, el hombre que quiere volver a tener una vida normal. Una vida como la de todos. Como la mía y como la tuya.
sábado, 24 de enero de 2009
sábado, 31 de mayo de 2008
El inadaptado
Yo no sirvo para eso, solo puedo hacer estos textos irreflexivos para escapar. Escapar como hicieron mis antepasados. Escapar como es el destino de mi comunidad.
La productividad me come y me atrapa, yo no quiero producir, no tengo ganas de hacer siempre algo que sirva, quiero que mis papeles se pierdan en el viento que es el único que los merece. No quiero ni que me recuerden ni que no me recuerden. Sólo quiero vivir, no quiero producir. No quiero ser uno más, no quiero ayudar a que todo siga funcionando así. No me interesa. No me interesa buscar respuestas ni sacarle las dudas a nadie. Quiero a mis dudas, a mi indecisión, las quiero como a nadie. Hasta más que a las mujeres. Sin ellas no existo, soy solo un pedazo de un rompecabezas en el que todas las piezas pueden unirse y si una no puede adaptarse se la recorta para que encaje. No quiero corregir más, las cosas son como salen. Nada mejor que los impulsos, son lo único que tienen sentido, son lo que hacemos cuando pensamos en desatarnos y no hay nada más racional que querer otra cosa. Nada es más lógico que querer ser otro del que uno es. No me interesa que en la frase siguiente voy a volver a repetir la frase“ no me interesa”. No me interesa estar acá. No me interesa. No me interesa nada. Me interesa que a la gente le moleste que a mi no me interesa. Me interesan los torturados, los niños expropiados, la injusticia y el hambre pero no tendrían porque interesarme. Podrían no existir. Alguien, al que llaman mundo hacen que me interese. Yo sirvo para escribir desprolijidades que no tienen sentido. Yo no sirvo para nada que sirva. Y no me molesta, pero a otros sí. Tengo capacidad para reír , para amar y para vivir. Para nada más. ¿ Qué es ser útil? ¿Hacer una actividad por la cual nos sentimos útiles pero a nadie le sirve para un carajo?. ¿La envidia a los médicos, a los únicos útiles, tenía que crear tantas profesiones innecesarias?¿ Por qué no puedo ocupar el tiempo sólo en reír y llorar?¿ Esta mal?¿ Para quien? ¿Por qué? ¿A cuantas personas tengo que mentirles con mi ayuda?. Lo único que necesito es comida y eso me lo da la naturaleza pero me lo saca el hombre. Producir es egoísta, es avaricia, es querer tener más para nada, producir es una mierda. Quiero pasear y escribir estas irreflexiones, me gusta escribir este odio. Pero ahora, si todo fuera como yo quisiera , ¿Cómo haría para lograr este momento de felicidad?¿ Cómo haría para no escapar?
La productividad me come y me atrapa, yo no quiero producir, no tengo ganas de hacer siempre algo que sirva, quiero que mis papeles se pierdan en el viento que es el único que los merece. No quiero ni que me recuerden ni que no me recuerden. Sólo quiero vivir, no quiero producir. No quiero ser uno más, no quiero ayudar a que todo siga funcionando así. No me interesa. No me interesa buscar respuestas ni sacarle las dudas a nadie. Quiero a mis dudas, a mi indecisión, las quiero como a nadie. Hasta más que a las mujeres. Sin ellas no existo, soy solo un pedazo de un rompecabezas en el que todas las piezas pueden unirse y si una no puede adaptarse se la recorta para que encaje. No quiero corregir más, las cosas son como salen. Nada mejor que los impulsos, son lo único que tienen sentido, son lo que hacemos cuando pensamos en desatarnos y no hay nada más racional que querer otra cosa. Nada es más lógico que querer ser otro del que uno es. No me interesa que en la frase siguiente voy a volver a repetir la frase“ no me interesa”. No me interesa estar acá. No me interesa. No me interesa nada. Me interesa que a la gente le moleste que a mi no me interesa. Me interesan los torturados, los niños expropiados, la injusticia y el hambre pero no tendrían porque interesarme. Podrían no existir. Alguien, al que llaman mundo hacen que me interese. Yo sirvo para escribir desprolijidades que no tienen sentido. Yo no sirvo para nada que sirva. Y no me molesta, pero a otros sí. Tengo capacidad para reír , para amar y para vivir. Para nada más. ¿ Qué es ser útil? ¿Hacer una actividad por la cual nos sentimos útiles pero a nadie le sirve para un carajo?. ¿La envidia a los médicos, a los únicos útiles, tenía que crear tantas profesiones innecesarias?¿ Por qué no puedo ocupar el tiempo sólo en reír y llorar?¿ Esta mal?¿ Para quien? ¿Por qué? ¿A cuantas personas tengo que mentirles con mi ayuda?. Lo único que necesito es comida y eso me lo da la naturaleza pero me lo saca el hombre. Producir es egoísta, es avaricia, es querer tener más para nada, producir es una mierda. Quiero pasear y escribir estas irreflexiones, me gusta escribir este odio. Pero ahora, si todo fuera como yo quisiera , ¿Cómo haría para lograr este momento de felicidad?¿ Cómo haría para no escapar?
viernes, 18 de abril de 2008
Normales
Nada más triste que una persona normal.
La gente normal es tan normal que no puede hablar sin antes decir hola.
Las personas normales son aquellas que son iguales a todas las demás. Nada más triste que eso.
La palabra normal es la más fea de la lengua española.
Los normales quieren ser normales, el objetivo en sus vidas es conseguir ser normales, lo que demuestra ellos un faltante absoluto de utopías.
La palabra normal más allá de que empiece con la palabra no- lo cual ya es un muy mal presagio, puesto que la palabra no indica una imposibilidad para realizar algo- tiene dos sílabas: la primera es nor y hace referencia al norte, a la búsqueda de un norte, un camino. Se puede inferir sin que sea necesario demasiado análisis que la gente normal busca un camino. La segunda sílaba es mal, lo que certifica que las personas normales están buscando mal el norte, es decir que buscan los caminos erróneamente. En conclusión la definición más acorde a persona normal es la siguiente:
Persona que no busca los caminos. Persona estática. Persona que rechaza cambios en el orden general establecido.
La gente normal no tiene individualidad, es aquella a la que no se puede distinguir de las otras; la gente normal no tiene identidad.
La gente normal es aquella a la que idolatra el poder. La gente normal es la que calla, la que silencia, la que otorga, la que no se queja, la que no protesta..
La gente normal no se sienta a ver el amanecer.
La gente normal es tan normal que no puede hablar sin antes decir hola.
Para la gente normal todos los días son iguales, nunca nada cambia, solo cambia la muerte. Para ellos ayer es lo mismo que hoy.
La gente normal ve pero no observa.
Las personas normales nunca fracasan…
Hay personas normales que no creen en dios, por eso les roban a los que sí creen…
A la gente normal le da vergüenza llorar.
La gente normal duerme pero no sueña… no vaya a ser cosa de que ande perdiendo el tiempo con cosas que nunca sucederán..
La gente normal ha perdido la capacidad de reconocer el aroma de las flores
La gente normal escapa de las olas
La gente normal no escribe, no pinta, no dibuja, no lee, no mira, no huele….esta definitivamente condenada a la extinción.
La gente normal no puede disfrutar de la calma de un río.
La gente normal siempre anda descansando de andar perdiendo el tiempo.
Cada vez hay más personas normales pero a la vez están desapareciendo porque los hombres existen cuando son divisados por otros hombres, y a ellos ya no se los puede distinguir.
La gente normal es tan normal que no puede hablar sin antes decir hola.
Las personas normales son aquellas que son iguales a todas las demás. Nada más triste que eso.
La palabra normal es la más fea de la lengua española.
Los normales quieren ser normales, el objetivo en sus vidas es conseguir ser normales, lo que demuestra ellos un faltante absoluto de utopías.
La palabra normal más allá de que empiece con la palabra no- lo cual ya es un muy mal presagio, puesto que la palabra no indica una imposibilidad para realizar algo- tiene dos sílabas: la primera es nor y hace referencia al norte, a la búsqueda de un norte, un camino. Se puede inferir sin que sea necesario demasiado análisis que la gente normal busca un camino. La segunda sílaba es mal, lo que certifica que las personas normales están buscando mal el norte, es decir que buscan los caminos erróneamente. En conclusión la definición más acorde a persona normal es la siguiente:
Persona que no busca los caminos. Persona estática. Persona que rechaza cambios en el orden general establecido.
La gente normal no tiene individualidad, es aquella a la que no se puede distinguir de las otras; la gente normal no tiene identidad.
La gente normal es aquella a la que idolatra el poder. La gente normal es la que calla, la que silencia, la que otorga, la que no se queja, la que no protesta..
La gente normal no se sienta a ver el amanecer.
La gente normal es tan normal que no puede hablar sin antes decir hola.
Para la gente normal todos los días son iguales, nunca nada cambia, solo cambia la muerte. Para ellos ayer es lo mismo que hoy.
La gente normal ve pero no observa.
Las personas normales nunca fracasan…
Hay personas normales que no creen en dios, por eso les roban a los que sí creen…
A la gente normal le da vergüenza llorar.
La gente normal duerme pero no sueña… no vaya a ser cosa de que ande perdiendo el tiempo con cosas que nunca sucederán..
La gente normal ha perdido la capacidad de reconocer el aroma de las flores
La gente normal escapa de las olas
La gente normal no escribe, no pinta, no dibuja, no lee, no mira, no huele….esta definitivamente condenada a la extinción.
La gente normal no puede disfrutar de la calma de un río.
La gente normal siempre anda descansando de andar perdiendo el tiempo.
Cada vez hay más personas normales pero a la vez están desapareciendo porque los hombres existen cuando son divisados por otros hombres, y a ellos ya no se los puede distinguir.
domingo, 9 de marzo de 2008
Descansaba imponente en el centro de la casa, en el mismo lugar que supo ocupar la mesa hasta que la quitaron para facilitarle el paso. Dos caídas y dos huidas en ambulancia bastaron para que la mesa fuera trasladada al garaje que ya hacía muchos años se había quedado sin auto. Mi abuelo ocupaba tanto espacio como la mesa, que en sus años de gloria bajo ese candelabro antiguo supo cobijar a más de 12 personas. La vejez, al contrario de lo que suele suceder en la mayoría de los casos, no lo había hecho encoger; el abuelo se mantenía alto, elevado, con un porte magnifico, nunca caminaba gacho como su mujer, mi abuela, a quien por alguna razón nunca pude ver erguida. Él erguido, ella gacha, sumisa. Mi abuelo miraba a todos desde arriba, convencido de que tenía razón. Siempre. No importaba el tema, siempre se creía ganador de cualquier discusión, no la experiencia lo que lo creía dueño de la razón. Siempre, desde siempre creyó tener razón en todo. Imagino que alguien les habrá avisado a los muchachos de la funeraria que era muy alto. Imagino que mi papá les habrá dicho -miren que es alto. Imagino que del otro lado del teléfono habrán respondido: No se preocupe, le mandamos un Large. Imagino que igual los muchachos de la funeraria se habrán sorprendido al trasladarlo al féretro, en un acto que nadie presenció.
A las 12 del mediodía, a la misma hora en que Cristina Kirchner se encaminaba hacia su jura como presidente de la nación, el último de los radicales abandonaba por última vez su casa de Ramos Mejía. Minutos antes habían llegado los remises y el auto que debía transportarlo al cementerio para su eterno descanso. Sonó el timbre. Mi papá giró la llave y abrió. Un hombre entró sin saludar, ni siquiera extendió el brazo como entendiendo que en ciertas situaciones es mejor minimizar las acciones. Vestía pantalón y saco gris y una corbata sobria, lisa, de color azul oscuro. Llevaba en la mano un maletín añejo, de esos la década del 80 que ya nadie usa. El tampoco parecía darle mucho uso. Es claro que hay en cosas en las que no se puede hacer ni la mínima ostentación. Con un ademán, con una seña invisible para todos pero clara para mi padre lo invitó a pasar hacia el fondo de la casa. Para firmar algunos papeles, tal vez. En esos momentos, las dudas y las presunciones no pueden ser desacotadas. Volvieron al rato al comedor silencioso:-Estamos afuera, dijo el hombre e intentó abrir la puerta pero como estaba cerrada con llave se vio en la necesidad de pedirme ayuda. Por primera vez en el día me sentí útil. Mi papá tocaba el cajón, lo mimaba. Se pasaba la mano por la cara, recordando, haciéndole, ahora que no podía responderle, las preguntas que nunca en tantos años se animó a preguntar. Agarramos el cajón y lo depositamos en un Peugeot, todos los presentes nos subimos a los remises. En la casa solo quedó la tucumana de cola inmensamente desproporcionada, que cuido, durante los últimos años a mis abuelos, y prepara un guiso excesivamente elemental. Se quedo a cuidar la casa, pero le hubiera gustado ir. Se acercó al auto fúnebre y rezo un padre nuestro, si mi abuelo la hubiera visto se hubiera producido otra discusión sin argumentos ni lógica, imposible de entender. A la tucumana no le importó que allí nadie creyera en su religión, para ella ahora todo estaba en manos de Dios, no importaba que el Muerto no pensara lo mismo, que el Dios del muerto no perdone tanto como el suyo.
Mi abuela ahora tendrá que volver a salir a la calle, encontrar nuevas compañías u otras viejas pero olvidadas en el tiempo detenido en la puerta de su casa de Ramos Mejia. Luce abatida sin fuerzas, sentada en su silla, perdiendo progresivamente sus sentidos pero manteniendo en secreto, callada, toda su lucidez mental, todos sus pensamientos, que solo da a conocer cuando los considera necesarios, cuando quiere compartirlos con las personas a las que quiere. A lo largo de su vida ha aprendido a ahorrar palabras, a ahorrar energía, a no desperdiciar palabras en el viento, a limitarse a decir las palabras que entran en los oídos y se guardan en los recuerdos. Luce desvencijada, mirando al suelo, como siempre, con las desprolijas canas de su cabello que la avergüenzan pero aún no ha tenido fuerza de pintar. Ahí sentada, abstraída de un mundo que la abandona, mirando partidos de fútbol en televisión porque es lo único que puede mirar sin voz y para escuchar la tele tendría que ponerla a un volumen que interrumpiría la siesta de las personas que durante el día cuidan de ella y durante la noche cuidan a otras personas. Así, inmóvil, con el pelo de Cruela De Vil, rodeada de cuidadoras, mirando continuamente la televisión con sus anteojos de mirar televisión, me recuerda-la veo igual- a aquella hermana suya, que vivió la vejez enferma por falta de amor. La subieron a la parte de delante de uno de los Peugeot, hacía mucho, demasiado que no respiraba aire. La subieron entre los dos hermanos del muerto y la enfermera; mientras se salpicaban con unos charcos que aún no habían tenido luz que los secara, ya no llovía. Una vez ubicada, la abuela agradeció y calló para mirar hacia delante, para mirar el camino y compartirlo por última vez con la persona con quien paso su vida. Miraba hacia delante y hacia los costados, la salida a la general paz , la heladería donde todos los domingos tomaban un helado, las vías del tren donde se conocieron o todos esos lugares que la modernidad borró pero ellos que estaban estancados en el tiempo aún creían ver. No miraba al suelo, esta vez no se le hubiera podido perdonar, tenía que pasar su muerte con la frente en alto, como él tomaba las cosas, sin su caracteristica humildad, con la soberbia que lo caracterizaba a él. Incorporó en su retina el camino nuevo, el que no conocía, el de afuera de Ramos, el camino al cementerio por la ruta, se aseguró habérselo guardado en su memoria igual que el aroma de tormenta pasada, el sonido de las gomas de los remises frenando en el asfalto mojado o el soplido de los árboles que acechaba, como recordando que la tormenta podía volver, que no todo termina cuando parece. Se guardo todos los sentidos y todas las sensaciones para a partir de ahora, recordarlos todos los meses cuando repita el camino al cementerio, esperando un día ,como el abuelo, no tener que hacer el camino de vuelta, que es el que más duele, porque en la casa de Ramos ya no hay nadie, ni siquiera la mesa.
A las 12 del mediodía, a la misma hora en que Cristina Kirchner se encaminaba hacia su jura como presidente de la nación, el último de los radicales abandonaba por última vez su casa de Ramos Mejía. Minutos antes habían llegado los remises y el auto que debía transportarlo al cementerio para su eterno descanso. Sonó el timbre. Mi papá giró la llave y abrió. Un hombre entró sin saludar, ni siquiera extendió el brazo como entendiendo que en ciertas situaciones es mejor minimizar las acciones. Vestía pantalón y saco gris y una corbata sobria, lisa, de color azul oscuro. Llevaba en la mano un maletín añejo, de esos la década del 80 que ya nadie usa. El tampoco parecía darle mucho uso. Es claro que hay en cosas en las que no se puede hacer ni la mínima ostentación. Con un ademán, con una seña invisible para todos pero clara para mi padre lo invitó a pasar hacia el fondo de la casa. Para firmar algunos papeles, tal vez. En esos momentos, las dudas y las presunciones no pueden ser desacotadas. Volvieron al rato al comedor silencioso:-Estamos afuera, dijo el hombre e intentó abrir la puerta pero como estaba cerrada con llave se vio en la necesidad de pedirme ayuda. Por primera vez en el día me sentí útil. Mi papá tocaba el cajón, lo mimaba. Se pasaba la mano por la cara, recordando, haciéndole, ahora que no podía responderle, las preguntas que nunca en tantos años se animó a preguntar. Agarramos el cajón y lo depositamos en un Peugeot, todos los presentes nos subimos a los remises. En la casa solo quedó la tucumana de cola inmensamente desproporcionada, que cuido, durante los últimos años a mis abuelos, y prepara un guiso excesivamente elemental. Se quedo a cuidar la casa, pero le hubiera gustado ir. Se acercó al auto fúnebre y rezo un padre nuestro, si mi abuelo la hubiera visto se hubiera producido otra discusión sin argumentos ni lógica, imposible de entender. A la tucumana no le importó que allí nadie creyera en su religión, para ella ahora todo estaba en manos de Dios, no importaba que el Muerto no pensara lo mismo, que el Dios del muerto no perdone tanto como el suyo.
Mi abuela ahora tendrá que volver a salir a la calle, encontrar nuevas compañías u otras viejas pero olvidadas en el tiempo detenido en la puerta de su casa de Ramos Mejia. Luce abatida sin fuerzas, sentada en su silla, perdiendo progresivamente sus sentidos pero manteniendo en secreto, callada, toda su lucidez mental, todos sus pensamientos, que solo da a conocer cuando los considera necesarios, cuando quiere compartirlos con las personas a las que quiere. A lo largo de su vida ha aprendido a ahorrar palabras, a ahorrar energía, a no desperdiciar palabras en el viento, a limitarse a decir las palabras que entran en los oídos y se guardan en los recuerdos. Luce desvencijada, mirando al suelo, como siempre, con las desprolijas canas de su cabello que la avergüenzan pero aún no ha tenido fuerza de pintar. Ahí sentada, abstraída de un mundo que la abandona, mirando partidos de fútbol en televisión porque es lo único que puede mirar sin voz y para escuchar la tele tendría que ponerla a un volumen que interrumpiría la siesta de las personas que durante el día cuidan de ella y durante la noche cuidan a otras personas. Así, inmóvil, con el pelo de Cruela De Vil, rodeada de cuidadoras, mirando continuamente la televisión con sus anteojos de mirar televisión, me recuerda-la veo igual- a aquella hermana suya, que vivió la vejez enferma por falta de amor. La subieron a la parte de delante de uno de los Peugeot, hacía mucho, demasiado que no respiraba aire. La subieron entre los dos hermanos del muerto y la enfermera; mientras se salpicaban con unos charcos que aún no habían tenido luz que los secara, ya no llovía. Una vez ubicada, la abuela agradeció y calló para mirar hacia delante, para mirar el camino y compartirlo por última vez con la persona con quien paso su vida. Miraba hacia delante y hacia los costados, la salida a la general paz , la heladería donde todos los domingos tomaban un helado, las vías del tren donde se conocieron o todos esos lugares que la modernidad borró pero ellos que estaban estancados en el tiempo aún creían ver. No miraba al suelo, esta vez no se le hubiera podido perdonar, tenía que pasar su muerte con la frente en alto, como él tomaba las cosas, sin su caracteristica humildad, con la soberbia que lo caracterizaba a él. Incorporó en su retina el camino nuevo, el que no conocía, el de afuera de Ramos, el camino al cementerio por la ruta, se aseguró habérselo guardado en su memoria igual que el aroma de tormenta pasada, el sonido de las gomas de los remises frenando en el asfalto mojado o el soplido de los árboles que acechaba, como recordando que la tormenta podía volver, que no todo termina cuando parece. Se guardo todos los sentidos y todas las sensaciones para a partir de ahora, recordarlos todos los meses cuando repita el camino al cementerio, esperando un día ,como el abuelo, no tener que hacer el camino de vuelta, que es el que más duele, porque en la casa de Ramos ya no hay nadie, ni siquiera la mesa.
jueves, 28 de febrero de 2008
Cumpleaños o muerte
Si tuviera que elegir un día para no vivir o para no despertar sin ninguna duda elegiría el de mi cumpleaños. No quisiera estar allí. No quisiera levantarme de la cama. Se que una vez que mis pies toquen el helado piso de una primavera que se hace rogar, mi felicidad era disminuyendo minuto a minuto. Pronto el teléfono empezará a sonar y los sabios de los buenos modales aturdirán mis oídos. Jamás cambiaran su rutina, la repiten año tras año:- Feliz cumpleaños, repiten , deseándome algo que no deseo. El más original me canta la canción de feliz cumpleaños y seguramente luego se vaya a dormir una siesta con la satisfacción del deber moral más que cumplido. El mundo quiere que sea feliz porque cumplo años.
- Es tu día, la tenes que pasar bien.- me obligan del otro lado del teléfono. Parece que mañana ya no voy a tener derecho a la felicidad.
No me hace feliz cumplir un año más, ¿Hace falta que lo explique? ¿Qué tiene de bueno? ¿Que ya pasaron años que ya no van a volver? ¿ Que ahora tengo un año menos por vivir y otro más que recordar?
Los regalos hoy me son indiferentes, ya no hay bicicleta ni pelota, ni videojuego que pueda transformar mi vida.
Mensaje de texto:
¿Cómo andas querido?¿Como la estas pasando? Feliz cumpleaños, que termines muy bien tu día. El Mono.
El mono es uno de esos tipos que ya no quedan, esos tipos que tienen códigos de bar, que guardan bajo siete llaves los secretos de sus amigos, que nunca buchonea a nadie, aunque él corra peligro. Su mensaje me demuestra lo ridículo de este día.
Otro más , llama por teléfono, no se quien es, pero siempre me llama para el cumpleaños, a veces sospecho que es una grabación, otras pienso en preguntarle quien es, pero me daría pena cortarle el juego u que se desilusionara al enterarse que lo desconozco. Cuando me llama este, siempre pienso que el estado debe brindar un servicio para que alguien llame a las personas que no tienen quien les diga feliz cumpleaños y así evitan los suicidios. Tal vez de ahí provenga la utilidad del D.N.I. Por eso, por las dudas, me encargo de perderlo con suficiente asiduidad.
Ya no atiendo mas el teléfono , en realidad nunca lo atiendo, ni siquiera cuando no cumplo años, me cansa , nunca es para mí, pero viene mi hermano y me dice: Déjate de joder, si sabes que va a ser para vos. Así que vuelvo a la fastidiosa rutina.
Ahora otro propone que me emborrache hasta la médula por la noche.
-Hoy no tengo ganas, ¿No puedo emborracharme mañana?- le preguntó. Pero mi solicitud es denegada:No, boludo, hoy es tu cumpleaños.
- Es tu día, la tenes que pasar bien.- me obligan del otro lado del teléfono. Parece que mañana ya no voy a tener derecho a la felicidad.
No me hace feliz cumplir un año más, ¿Hace falta que lo explique? ¿Qué tiene de bueno? ¿Que ya pasaron años que ya no van a volver? ¿ Que ahora tengo un año menos por vivir y otro más que recordar?
Los regalos hoy me son indiferentes, ya no hay bicicleta ni pelota, ni videojuego que pueda transformar mi vida.
Mensaje de texto:
¿Cómo andas querido?¿Como la estas pasando? Feliz cumpleaños, que termines muy bien tu día. El Mono.
El mono es uno de esos tipos que ya no quedan, esos tipos que tienen códigos de bar, que guardan bajo siete llaves los secretos de sus amigos, que nunca buchonea a nadie, aunque él corra peligro. Su mensaje me demuestra lo ridículo de este día.
Otro más , llama por teléfono, no se quien es, pero siempre me llama para el cumpleaños, a veces sospecho que es una grabación, otras pienso en preguntarle quien es, pero me daría pena cortarle el juego u que se desilusionara al enterarse que lo desconozco. Cuando me llama este, siempre pienso que el estado debe brindar un servicio para que alguien llame a las personas que no tienen quien les diga feliz cumpleaños y así evitan los suicidios. Tal vez de ahí provenga la utilidad del D.N.I. Por eso, por las dudas, me encargo de perderlo con suficiente asiduidad.
Ya no atiendo mas el teléfono , en realidad nunca lo atiendo, ni siquiera cuando no cumplo años, me cansa , nunca es para mí, pero viene mi hermano y me dice: Déjate de joder, si sabes que va a ser para vos. Así que vuelvo a la fastidiosa rutina.
Ahora otro propone que me emborrache hasta la médula por la noche.
-Hoy no tengo ganas, ¿No puedo emborracharme mañana?- le preguntó. Pero mi solicitud es denegada:No, boludo, hoy es tu cumpleaños.
jueves, 21 de febrero de 2008
Viajante
Voy sola con una mochila vacía. Sola porque nadie me acompaña y con una mochila vacía porque no tengo nada que me importe perder. Si llego sola no es porque quiero sino como puedo, nadie me quiere tanto como para abandonar todo y venirse conmigo, o al menos eso creo, porque a nadie se lo propuse. A nadie le comenté mi plan; sólo lo ejecute. La mochila esta vacía, a veces imagino que en ella llevo todos mis recuerdos, esos que cuando empecé el camino creí eran pocos y cada día se agigantan más. La mochila cada vez está más pesada. A veces estoy convencida de que le he agregado algo, entonces frenó y la revisó; pero siempre hay lo mismo: Un cuaderno y una birome esperando ser artífices de una historia. Ellos buscan lo mismo que yo: una historia y también necesitan lo mismo que yo: alguien que ayude a escribirla.
Una de las cosas que más me gusta desde que empecé a andar es que no voy hacia ningún lado, dispongo de tiempo y camino pero no de obligaciones, no sueño ni con enamorarme ni con recibirme como las otras chicas de mi edad, yo creo haber comprendido que lo importante es el andar. Cuando quiero freno, a veces paro unos días en algunos pueblos y hasta llegó a trabajar pero nunca me quedo. Lo que no me gusta es la soledad, nada me gustaría más que compartir con alguien el camino. Pero sé que nadie hubiera querido, que todos se hubieran preocupado por impedir mi plan de felicidad. Tienen los ojos cerrados de ciudad, esa odiosa inmovilidad, esa sensación de irresponsabilidad ante todo aquello que se encuentre por fuera de los parámetros establecidos por quienes frenan nuestros pensamientos y nuestros deseos. Julián también, aunque sepa disimularlo es como los demás, es de esos hombres, que anda mostrando los grandes que tienen los huevos, pero a la hora de usarlos se borra. Igual lo extraño. No puedo evitar pensar en el que dirán, me imagino esas mentes podridas pensando, tal vez, que yo escapé con un hijo de ambos en mi vientre. Deben pensar en algo así, de dónde yo vengo nadie puede pensar que alguien solo salió a andar.
Una de las cosas que más me gusta desde que empecé a andar es que no voy hacia ningún lado, dispongo de tiempo y camino pero no de obligaciones, no sueño ni con enamorarme ni con recibirme como las otras chicas de mi edad, yo creo haber comprendido que lo importante es el andar. Cuando quiero freno, a veces paro unos días en algunos pueblos y hasta llegó a trabajar pero nunca me quedo. Lo que no me gusta es la soledad, nada me gustaría más que compartir con alguien el camino. Pero sé que nadie hubiera querido, que todos se hubieran preocupado por impedir mi plan de felicidad. Tienen los ojos cerrados de ciudad, esa odiosa inmovilidad, esa sensación de irresponsabilidad ante todo aquello que se encuentre por fuera de los parámetros establecidos por quienes frenan nuestros pensamientos y nuestros deseos. Julián también, aunque sepa disimularlo es como los demás, es de esos hombres, que anda mostrando los grandes que tienen los huevos, pero a la hora de usarlos se borra. Igual lo extraño. No puedo evitar pensar en el que dirán, me imagino esas mentes podridas pensando, tal vez, que yo escapé con un hijo de ambos en mi vientre. Deben pensar en algo así, de dónde yo vengo nadie puede pensar que alguien solo salió a andar.
miércoles, 30 de enero de 2008
Tengo miedo
Tengo miedo de los que tienen miedo
Tengo miedo de los que se encierran
Tengo miedo de los que tienen medios
Tengo miedo de los que tienen algo que perder
Tengo miedo de los que tienen miedo
Tengo miedo de los que se encierran
Tengo miedo de los que tienen medios
Tengo miedo de los que tienen algo que perder
Tengo miedo de los que tienen miedo
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